Profesor de Geografía e Historia en un centro de Formación Profesional de Niza, cuenta en ‘Los hijos dormidos’ una conmovedora historia familiar —con tres víctimas por sida —que es también crónica social y científica de una época. El libro acaba de ser presentado en España.
Anthony Passeron es profesor de Humanidades y de Historia y Geografía en un liceo de Niza, donde nació hace 41 años. Nunca había escrito un libro, ni siquiera lo había pensado. Y, de pronto, ‘Los hijos dormidos’, considerado uno de los debuts literarios de 2023 en Francia.
‘Los hijos dormidos’ se ha traducido ya a quince idiomas y ha llevado al autor a una interminable gira de presentaciones —más de 120, confiesa— desde su lanzamiento. No sólo por su país, también por otros países europeos, entre los que se encuentra
España. Aquí, acaba de ser editado por Libros del Asteroide, ha sido finalista de los 23º Premios Cálamo y ha cosechado criticas unánimemente positivas. De ‘Los hijos dormidos’ ha dicho la Nobel Annie Ernaux que es “sublime”. Pronto, se convertirá en serie de televisión.
Porque es sanador.
Porque mezcla relato familiar y crónica social y científica. Porque habla del VIH.
Autor: Anthony Passeron
Editorial: Libros de Asteroide
Traducción al castellano: Palmira Feixas
Idioma original: francés
Páginas: 232
Precio: 19,95€
Dice la solapa de la edición en español: “En la década de los ochenta, la extensión del consumo de heroína y la epidemia de sida causaron estragos en una generación de jóvenes de Europa y Estados Unidos. Cuarenta años después de que su tío Désiré muriera de sida, el escritor francés Anthony Passeron decidió indagar sobre el silencio familiar que rodea a su muerte y sobre la propia epidemia. El resultado es este libro, a caballo entre el reportaje, las memorias y la novela, en el que el autor entrelaza dos relatos: la irrupción del virus en una familia de un pequeño pueblo del Mediodía francés —la suya— y la lucha contra el virus en los hospitales franceses y norteamericanos. ‘Los hijos dormidos’ cuenta la apasionante investigación científica desarrollada en torno al virus y nos habla también de la soledad que sufrieron las personas con VIH y sus familias cuando aún no se conocía bien la naturaleza de esta enfermedad, en una época en la que imperaba la negación y muchos de los pacientes fueron tratados como parias”.
El título del libro hace referencia a los hijos de familias trabajadoras de clase media que en la década de los setenta y ochenta del pasado siglo aparecían inconscientes y tirados de cualquier forma en la calle, víctimas de la heroína. Y a los padres y madres que asistían entre incrédulos y horrorizados a la devastación de esos chicos.
¿Qué significa la palabra ‘silencio’ para ti?
Nací y crecí bajo el manto del silencio. Mi tío Désiré murió cuando yo tenía cuatro años. Nadie me lo explicó nunca. Nadie nunca en mi familia pronunciaba las palabras sida o drogas. Hablaban de errores. Eso fue todo.
Hablar o no hablar, esa es la cuestión…
Claro. Y hay que hablar. Sacar las cosas a la luz y hablarlas genera fuerza. Pero no es lo que pensaba la generación anterior a la nuestra. Yo tendría diez años cuando hice algunas preguntas. La historia me rondaba, no sé bien por qué. Me contaron entonces que mi tío tomaba drogas y que había muerto de sida. Que no era un buen chico, que no había querido trabajar como el resto. Pero se guardaron la historia completa. No lo justifico, aunque es verdad que no es lo mismo afrontar esta realidad en una ciudad grande que en un pueblo o en una ciudad pequeña de provincias, en un ambiente más intelectual que en uno, digamos, normal, trabajador. No es lo mismo ser toxicómano en un lugar donde todo el mundo se conoce.
Fueron años terribles. La gente moría, no existían tratamientos efectivos. Hasta los médicos, asustados, miraban a otra parte…
¡Si los propios enfermos sabían más que los médicos! Pero, sí, la clase médica no quería saber nada de una enfermedad asociada a homosexuales y drogadictos. Los despreciaba. Por primera vez, una enfermedad etiquetaba a la gente. A los enfermos se les cubrió de silencio. Hasta que el VIH saltó a los medios. Yo vi aquellos programas. Entendí entonces que no era una historia únicamente familiar sino que otros muchos habían muerto en circunstancias similares, que era una historia colectiva. Y me pregunté por qué en mi familia no se podía hablar como se hablaba en otros espacios.
“Es la primera vez que puedo hablar del VIH con naturalidad. Este libro supone la reconciliación entre el niño que fui y el adulto que soy. El silencio me ha permitido escribirlo”
En el libro reconoces que tú mismo formabas parte de ese silencio. Que por miedo no quisiste visitar en el hospital a tu prima Émilie, a quien su madre, la mujer de Désiré, también con VIH, le había transmitido el virus al nacer.
Así es. No me siento orgulloso de ello, pero tampoco me acuso. Hablamos de 1993: ella está a punto de morir. Mi familia tiene entonces que sincerarse. Lo que oyes en la calle es cierto, me dijeron. Aquello me impactó. Me hablaban como a un adulto por primera vez, me sentí orgulloso de formar parte del secreto. Pero no me atreví a visitarla. Me daba miedo. El VIH y el sida me han dado muchísimo miedo durante años. Ni siquiera he podido pronunciar la palabra VIH hasta hace poco, o ver un anuncio en la tele: tenía que cambiar de canal. Es un trauma que viene de aquellas vivencias. De todas formas, nunca quise escribir un libro triste o para hacer llorar a los lectores.
Para escribir el libro, has tenido que romper muchos tabúes familiares, sacar del silencio lo que todos querían callar. Quizá enfrentarte a algunos de ellos…
Hubo un tiempo en que mi familia andaba por la calle con la cabeza agachada, mirando al suelo. Fui testigo de esa vergüenza. Ellos quisieron cerrar el caso con los funerales, yo no. Es verdad que hice algo prohibido, como es hablar. Algunos lo han acogido bien, otros no tanto. Con mi padre, por ejemplo, no tengo relación. El libro es una manera de hablar con él indirectamente, un intento de responder a su rabia, porque él acusaba a su hermano de ser responsable de tanta desgracia familiar. En general, en la familia no se ha entendido por qué quería sacar a la luz todo esto, pero me han dejado actuar. Y yo estoy orgulloso.
“Todo el mundo tiene alguna historia que contar. En el fondo, se trata de una historia colectiva”
¡Qué difícil todo!
El silencio ha sido el que me ha permitido escribir el libro. En mi juventud descubrí que mi familia había luchado contra la vergüenza, pero tampoco ellos conocían la historia completa. De ahí que en el libro sea muy importante no sólo el ángulo familiar sino también la parte social y científica, la crónica de aquellos años. Había un lugar para esta historia. No es que fuera más importante que otras historias sino que era una pieza del puzzle, quizá la que permitía completarlo. Porque, en Francia al menos, nunca se había escrito un libro sobre el VIH y sida desde esta perspectiva. Hay otros, pero siempre enfocados desde la perspectiva homosexual.
Podríamos decir que el libro tiene mucho de sanación, de reconciliación contigo mismo y con tu historia.
Con lo de mi prima, me culpabilicé muchísimo en su momento; ya no. El recuerdo no lo puedo borrar, así que decidí que había que usarlo en positivo. Sí, este libro ha sido sanador. Es la primera vez que puedo hablar del VIH, del sida. Supone la reconciliación entre el niño que fui y el adulto que soy.
¿Cómo está siendo acogida tu historia? ¿Qué reacciones suscita?
Viajo mucho. Me encuentro a muchas personas que han sido víctimas colaterales del sida. En general, veo que el interés va más allá del sida porque el libro habla de la clase media, de la inmigración, de la Francia de la segunda mitad del siglo XX. Todo el mundo tiene alguna historia que contar. En el fondo, se trata de una historia colectiva.
El sida cambió la manera de relacionarnos con los médicos, y no sólo por la prevención o los condones. Consiguió democratizar verdaderamente la sanidad. Consiguió que médicos y enfermeras pensaran de otra forma. La nuestra es la sociedad post-sida.
“El sida cambió la manera de relacionarnos con los médicos. Consiguió democratizar verdaderamente la sanidad, que médicos y enfermeras pensaran de otra forma. La nuestra es la sociedad post-sida”
Es fundamental que las generaciones jóvenes conozcan esta historia, y más hoy cuando, con los tratamientos, el temor parece haber desaparecido y las precauciones se han relajado.
Así es. Cuando visito escuelas me doy cuenta de que los alumnos saben qué es el sida, pero no qué significa. Los jóvenes ven esto muy lejano. Algo parecido nos ha pasado con el covid. Muchos temores olvidados regresaron con la pandemia de 2020, parte de lo logrado se puso en riesgo… pero en seguida olvidamos. Y es clave no olvidar. No olvidar es útil. El libro quiere contribuir a esa lucha contra el olvido. Porque no olvidemos de que cada año sigue habiendo miles de nuevos diagnósticos.
Se ha avanzado mucho. Disponemos de tratamientos eficaces. Pero el estigma persiste.
La historia del libro acaba mal, pero bien mirada es una historia optimista: hay buenas noticias sobre el VIH. En este sentido, es también un tributo a la investigación, a la medicina. Hubo profesionales que, a pesar de todo, tuvieron el coraje de enfrentarse al virus. Pero tienes razón, el estigma continúa. Al menos, ya no hay enfermos buenos y malos…
Si lo piensas un poco, ves que pocos famosos reconocen abiertamente que tienen VIH, que no hay tanta gente que hable del tema con naturalidad. Es como la homosexualidad en el fútbol. En algunos hospitales incluso, cuando te van a hacer un escáner, te dejan para el final del día si tienes VIH. ¡Por mucho que digan que son indetectables y se quejen! Yo mismo, entre mis colegas, cuando me preguntan de qué es el libro que he escrito y cuánto éxito tiene, y por el que me entrevistan en la radio, por ejemplo. Les digo que es sobre el VIH… y se crea un espeso silencio. Nadie lo considera como regalo de Navidad. No, en el fondo las cosas no han cambiado tanto, y eso es decepcionante. Ha cambiado lo médico, pero no la discriminación. Tenemos medicinas contra la enfermedad, pero seguimos sin tener medicinas contra el estigma.
¿Escribirás otro libro sobre el VIH?
No, no creo. El libro me ha permitido continuar la lucha contra el VIH de otra manera. En las escuelas, ejerciendo el activismo en la calle, quizá haciendo un podcast… Ahí soy útil. La pandemia del VIH no ha acabado.