Gesida ha editado un documento de consenso que incluye requisitos generales, recursos tecnológicos y de infraestructura, y aspectos legales que deben tenerse en cuenta en la atención a personas que viven con VIH. También describe los perfiles de pacientes más idóneos, detalla cómo debe ser su atención a distancia —programada o no— y da recomendaciones a todos los profesionales implicados.
Una encuesta realizada en junio de 2020 por el Grupo de Estudio del Sida (Gesida) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) confirma que la teleconsulta ha llegado para quedarse. Pero, también, que durante la pandemia ha sido una atención de circunstancias.
Si sus ventajas están claras (comodidad, rapidez, menor probabilidad de contagio por COVID-19), también lo están sus inconvenientes. Y algunos muy importantes, al menos durante la fase más dura del confinamiento: la difícil localización de pacientes, el hecho de no poder realizar exploraciones físicas, el idioma en la comunicación con extranjeros, la ausencia de protocolos o los cambios de tratamiento.
“Hemos hecho una teleconsulta de urgencia, con lo que sabíamos y con lo que podíamos. Si se tuviera que programar teleconsulta de manera habitual para el futuro, seguramente no se haría así”, reconoce Esteban Martínez, del hospital Clinic de Barcelona y expresidente de Gesida. Las respuestas de los socios de Gesida dan fe de que algunas cosas han tenido que ser improvisadas. Ha habido carencias graves. Por ese motivo, al principio del verano, el grupo decidió elaborar un documento de consenso sobre teleconsulta para personas que viven con VIH.
Seguía a un primer documento muy básico y a un webinar donde se amplió la información inicialmente disponible. Después de unas semanas de incertidumbre, en las que incluso se llegó a decir que los pacientes con VIH corrían más riesgo de contraer la COVID-19, los expertos de Gesida consideraban que era urgente recoger la experiencia de los meses anteriores y sistematizarla para mejorar su atención a distancia. El resultado es “un documento de mínimos y realista”, según Martínez.
“Es un documento de mínimos y realista. Razonable. Quiere sentar unas primeras bases para futuros documentos que puedan venir”
Esteban Martínez
presidente de Gesida
“Ni es sofisticado, ni viene a crear la telemedicina del siglo XXI. Tan solo quiere sentar unas primeras bases para futuros documentos que puedan venir. No es sencillo, porque todo lo que tiene que aprenderse cuesta y porque hay cuestiones delicadas, pero es razonable. El sistema está preparado para poder prestar una telemedicina así”, añade.
Dice el expresidente de Gesida que los temores del principio y las recomendaciones sanitarias hicieron que la población VIH extremara sus precauciones. Y que, incluso, el hecho de vivir encerrados ha podido jugar en su favor en lo que se refiere al estigma. “El miedo a una situación inesperada o sentirse población de riesgo han ayudado a que la incidencia de la COVID-19 en ella sea menor que en población general, y estos datos son medibles. Yo tengo pacientes que me han reconocido que se han encontrado bien, más tranquilos, porque han evitado comentarios negativos, animadversión…”, asegura.
Sobre las informaciones que apuntaron también al principio a que los tratamientos antirretrovirales podían incidir en esta menor prevalencia, Martínez es muy cauto: “Hay pacientes que me dicen: algo bueno teníamos que sacar de esto, a lo mejor va y la medicación nos protege. Incluso un estudio de Julia del Amo, responsable Plan Nacional contra el Sida, sugiere que pudiera haber alguna relación. Pero yo creo que no tenemos datos para asegurarlo”.
Esteban Martínez, que es consultor del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Instituto Clínic de Medicina y Dermatología (ICMiD), del Hospital Clínic de Barcelona, y miembro del equipo de investigación Enfermedades Infecciosas y Sida del IDIBAPS, teme sin embargo que el impacto de la pandemia haga aflorar a partir de ahora nuevos diagnósticos, diagnósticos tardíos o un aumento de otras enfermedades de transmisión sexual.
Gesida envió en junio de 2020 una encuesta a sus 639 socios. Respondieron cien (15,6%) de 63 hospitales. Éstas son las principales cifras recogidas.
Sobre el documento, la mayor dificultad a la hora de aplicar sus recomendaciones radica en la integración de servicios. “La consulta clínica tiene que estar perfectamente integrada con las pruebas de laboratorio, con la dispensación de la medicación y con todas las otras áreas del sistema. A lo mejor la analítica te la pueden hacer en el CAP, pero tú después debes poder conectarte con esa analítica.
Lo mismo la farmacia: si ves a un paciente y le cambias de medicación, ese cambio le tiene que llegar al farmacéutico y tiene que poder saber por qué se cambia el tratamiento. Todo esto exige un planteamiento previo, la protocolización del circuito y un esfuerzo grande de coordinación. Y ahí pueden surgir problemas. En realidad, esto no es solo para la telemedicina, también con la medicina presencial convencional deberíamos avanzar hacia una mayor integración”, explica el presidente de Gesida.
Sin olvidar los aspectos legales. Algunas cuestiones están bien reguladas, pero sobre otras no hay nada porque nunca se habían planteado antes. Esteban Martínez lo explica muy gráficamente: “En un recinto cerrado y con consulta presencial tú controlas con quién hablas, hay privacidad y tranquilidad. ¿Pero aquí? Imagina que el paciente emplea un ordenador que no es suyo. ¿Puede estar seguro de que la consulta no va a quedar grabada de alguna manera? ¿De que el acceso mediante contraseña no va a dejar algún rastro? ¿Y cómo identifico al paciente? ¿Cómo sé que es él y no un familiar al que, con toda la buena voluntad del mundo, el paciente le dice que asista en su lugar a la consulta? Tampoco yo puedo identificarme como médico al llamar porque quizá quien ha respondido a la llamada no es el paciente sino otra persona, y ésta no tiene por qué saberlo. Por no hablar de ‘hackers’ y del robo de datos en un hospital. Puede aparecer un nuevo tipo de ciberladrones que traten de comerciar con esta información confidencial”.
En Gesida son conscientes de que la teleconsulta ha podido ser durante los meses duros de pandemia la única opción para obtener asistencia sanitaria, y se congratulan por ello, pero subrayan que, después, las cosas van a tener que cambiar.
Informar al paciente, que debe aceptar de manera explícita la TC.
Antes de la consulta…
Requisitos básicos
Perfiles más idóneos (según la herramienta de estratificación de Gesida)
“Como dice el refrán, hay que hacer de la necesidad virtud. Se ha visto el papel esencial que las nuevas tecnologías pueden tener para mantener un vínculo cuando la visita presencial no se puede realizar. A muchos pacientes ese vínculo les ha resultado muy positivo. Que su médico habitual les contactara les ha dado tranquilidad, les ha permitido tener una cara familiar en medio de la pandemia. Sin embargo, ahora, cuando les comentas aquello, a toro pasado, cuando vienen a la consulta normal… poca gente quiere hacer teleconsulta si puede elegir. Hay un pequeño grupo de pacientes VIH que no quiere venir al hospital, que no quiere exponerse, o que tiene una vida laboral ajetreada. Estos pacientes valoran muy bien la teleconsulta. Pero el grueso de la población VIH valora mucho el hecho de poder venir al hospital y ver al médico o a su enfermera”.
Por tanto, ni para todos ni en todo momento. Pero lo cierto es que teleconsulta va a permitir que procesos rutinarios se optimicen. “Si pudiéramos especular con qué va a quedar de todo esto en el futuro, yo diría que un sistema mixto que conjugue la visita convencional con la posibilidad individualizada de tener consultas telemáticas si el paciente lo valora y lo puede hacer por su situación clínica”, concluye Martínez.
Pasos y cuestionarios para preparar tu consulta.