Ante todo, debes conocer cómo se transmite el VIH y tener presente si has tenido alguna práctica de riesgo.
El VIH se transmite a través de cuatro fluidos: la sangre, el semen, las secreciones vaginales y la leche materna de las personas infectadas.
Eso sí, para que se transmita, una persona debe estar infectada y que el virus esté presente en grandes cantidades en su cuerpo.
Cualquier persona que quiera conocer su estado de salud respecto a la infección por VIH debe hacerse una prueba de detección del virus. Toda la población debería hacerse la prueba al menos una vez en la vida.
Aunque la realización de una prueba de detección de VIH es un acto voluntario, existen determinados casos en los que es recomendable realizarse la misma:
Cualquier actividad en la que intervengan sangre, semen, secreciones vaginales o leche materna (por este orden, según su capacidad de infectar) puede suponer un riesgo de infección si en ella participa alguna persona con VIH.
El virus puede entrar en tu cuerpo por heridas abiertas y sangrantes en la piel o a través las mucosas: interior de la boca, pene, vagina o recto.
Existen factores que pueden hacer que ese riesgo sea mayor. Por ejemplo, que la cantidad de VIH (carga viral) de esa persona sea muy elevada, algo que ocurre si no se toma tratamiento antirretroviral. Pero también, no usar preservativos en las relaciones sexuales o el tiempo y la frecuencia de exposición.
Cuando la cantidad de VIH en la sangre es baja, gracias al tratamiento antirretroviral, el riesgo de transmisión del virus disminuye mucho. Y si la persona con VIH alcanza una carga viral indetectable, prácticamente desaparece del todo.
El hecho de haber realizado una práctica de riesgo no significa necesariamente que hayas adquirido el VIH. La única manera de saberlo con seguridad es mediante una prueba de detección.
La transmisión del VIH se puede producir cuando tiene lugar una penetración (vaginal, oral o anal) sin protección, es decir, si no utilizas un preservativo. Es importante recordar que con una sola exposición al virus puede ser suficiente para que éste se transmita.
La eficacia de los preservativos (tanto externos para el pene como internos para la vagina y el ano) en la prevención del VIH es de casi del 100% si los usas correctamente. Es decir, siempre y durante todo el tiempo que dura una penetración. Y si no se producen roturas u otros incidentes.
El sexo oral es una práctica que, por lo general, comporta un riesgo de infección de VIH bajo (pero no nulo), aunque sí existe en este caso un riesgo de transmitir o adquirir otras infecciones de transmisión sexual (ITS). Puedes reducir el riesgo si utilizas un preservativo o los denominados ‘diques dentales’ (dental dam).
Hoy se sabe que las personas que tienen una carga viral indetectable, gracias al tratamiento, tienen un riesgo nulo (o prácticamente nulo) de transmitir el VIH durante las relaciones sexuales.
La transmisión de VIH se produce aquí por cualquier vía que acceda directamente a tu flujo sanguíneo. Por ejemplo, cuando se comparten jeringuillas, material de uso personal cortante o que contenga sangre (utensilios de afeitado, cepillos de dientes…) o por haber realizado ‘piercings’ o tatuajes con material que no haya sido esterilizado antes.
Para evitar la transmisión sanguínea, es importante no compartir jeringuillas ni utensilios personales cortantes o que puedan contener restos de sangre.
La transmisión del VIH de madre a hijo, también llamada transmisión vertical, puede producirse durante el embarazo o en el momento del parto (en ambos casos, a través de la sangre) o durante la lactancia materna. Si tu recuento de CD4 es bajo o tu carga viral alta, el riesgo es mayor.
El tratamiento antirretroviral durante el embarazo reduce el riesgo de transmisión al 0,1%. Sin tratamiento, la tasa de transmisión vertical puede llegar a ser de entre el 12% al 30%.
Si no estás tratada ya, es conveniente comenzar el tratamiento lo antes posible durante el embarazo. Cuanto más avanzada está la gestación, menos eficaz es el tratamiento para evitar la transmisión vertical. En cualquier caso, consulta con tu médico para cualquier duda.
Si dos personas no tienen VIH, no puede producirse infección entre ellos. Si no hay presencia de los fluidos corporales antes descritos, el virus no se transmite.
El VIH no se transmite por la saliva ni por las lágrimas, los esputos, la tos o los estornudos, las heces o la orina.
Tampoco por compartir ropa, toallas, sábanas, vasos, platos, cubiertos o alimentos. Ni por utilizar el mismo lavabo o la misma ducha.
Baños públicos, gimnasios, saunas o piscinas no encierran riesgo alguno.
Abrazos, besos, caricias o darse la mano no transmiten el VIH.
Tampoco se registran casos de transmisión por picaduras de insectos o por contacto con animales domésticos.
En cualquier caso, si tienes dudas, lo mejor es que vayas a hacerte la prueba del VIH. Cuanto antes. Es la única forma fiable de saber si una persona está o no infectada por el virus.
La prueba diagnóstica del VIH es voluntaria y la confidencialidad de la información, tanto en el sistema sanitario público como en el privado, está garantizada por la Ley de Protección de Datos de carácter personal.
Consulta el mapa para saber dónde puedes hacerte la prueba.
Si crees haber tenido una práctica de riesgo, no debes esperar: acude al médico o a un centro comunitario (ver lista) donde, tras valorar tu caso, te explicarán en que consiste la prueba y si debes realizártela.
Ten en cuenta, en todo caso, que el sistema inmunitario tarda un tiempo en producir anticuerpos en cantidad suficiente para ser detectados por la prueba. Este tiempo no es igual para todas las personas. El tiempo transcurrido entre la infección y la aparición de anticuerpos detectables se denomina «periodo ventana». En ese periodo, la prueba puede dar resultado negativo aunque estés infectado. Generalmente,se tarda entre dos y ocho semanas tras la infección en desarrollar anticuerpos detectables. Casi todas las personas los han generado pasados tres meses de la práctica de riesgo. No obstante, en algunos casos puede durar hasta seis meses.
Si el resultado es negativo entonces y no has tenido más prácticas de riesgo, eso significa que no te has infectado. Los profesionales que te hagan la prueba valorarán si debes repetirla y cuándo.
En España, según datos de 2016, alrededor de un 14% de las personas con infección por el VIH desconocía su situación viral. Se estima que más de la mitad de las nuevas infecciones corresponde de este grupo de población no diagnosticada.
Durante las primeras semanas después de la infección tu capacidad de infectar a otros es muy elevada. El diagnóstico precoz permite adoptar las medidas preventivas necesarias para evitar transmitir la infección a otras personas.
Saber si tienes VIH te permitirá tomar mejores decisiones: acudir al médico y comenzar el tratamiento cuanto antes, que es esencial para tener una esperanza y una calidad de vida similares a las personas de tu edad.
Y si no estás infectado por el VIH, puedes aprender cómo protegerte del VIH en el futuro.
Las pruebas de diagnóstico del VIH son test que detectan los anticuerpos que genera el organismo frente al virus. Según el tipo de prueba de que se trate, se utilizan muestras de sangre o saliva, aunque también hay otros métodos.
Existen también pruebas rápidas, muy útiles en situaciones que requieren un resultado inmediato. Las pruebas rápidas emplean generalmente una pequeña muestra de saliva o sangre, en este caso mediante un pinchazo en el dedo con una lanceta. En 30 minutos tienes el resultado.