Tener VIH no es una buena noticia, pero tampoco es una sentencia fatal. La investigación científica y todos los avances registrados en las últimas décadas hacen que podamos ver las cosas de otra manera. Aunque la enfermedad no tiene aún cura, existen tratamientos antirretrovirales efectivos que permiten controlar el virus. Eso quiere decir que, detectado a tiempo y bien tratado, puedes tener una vida larga y sana como la de cualquier otra persona. Más de 23 millones de personas en el mundo están hoy tratadas.
Los tratamientos actuales impiden que el VIH se multiplique en tu cuerpo y reducen al mínimo la carga viral hasta hacerla prácticamente indetectable. Al tener menos concentración de VIH en el organismo, el sistema inmunológico tiene más posibilidades de recuperarse y poder combatir infecciones y complicaciones asociadas al VIH. Y no sólo eso: el tratamiento antirretroviral reduce el riesgo de transmisión. Se considera que con una carga viral indetectable el VIH es intransmisible.
La efectividad del tratamiento puede comprobarse midiendo la cantidad de VIH que un paciente tiene en su sangre. Si no se puede detectar el virus, se considera que hay supresión virológica, lo que indica que es muy poco probable que la infección por el VIH progrese. Por el contrario, si no recibes tratamiento, el virus se extiende por tu cuerpo, debilitando gravemente tu sistema inmunológico, lo que puede acabar desembocando en sida o en otras patologías asociadas. Además, al tener una carga de virus elevada en la sangre, puedes transmitir el VIH.
Se recomienda realizar pruebas de carga viral seis meses después de iniciar el tratamiento y, después, anualmente para asegurar el correcto seguimiento y que no se hayan desarrollado resistencia a los medicamentos.
La clave para controlar el VIH en tu organismo y disfrutar de una vida larga y plena pasa en primer lugar por detectar la enfermedad cuanto antes y, una vez diagnosticada, comenzar a tomar la medicación antirretroviral cuanto antes.
Este es el primer paso que debes dar. La evidencia científica así lo pone de relieve: el inicio temprano del tratamiento va a minimizar la carga viral y, por tanto, su impacto en los marcadores inflamatorios crónicos; es decir, va a atajar la inflamación. Una persona que tiene VIH y no toma tratamiento antirretroviral no detiene la replicación constante del virus, llegando a tener miles o millones de copias por cada mililitro de sangre.
Todos los especialistas coinciden en señalar la importancia del diagnóstico precoz y del acceso lo antes posible al tratamiento. Cuanto antes seas tratado, menores serán los efectos que el virus causará en tu organismo y antes también podrás llevar una vida larga y plena. El gran objetivo de la medicación es, pues, reducir la cantidad de VIH hasta convertirlo en algo indetectable. Y no sólo eso: el tratamiento contribuye decisivamente a evitar la aparición de otras enfermedades asociadas, lo que los especialistas llaman comorbilidades.
Las complicaciones médicas por estas otras patologías asociadas multiplican por cinco la frecuencia de las hospitalizaciones y por 2,3 la necesidad de acudir a urgencias que tienen las personas que viven con VIH.
La evolución de los tratamientos ha permitido transformar la vida de los pacientes con VIH. Los tratamientos actuales no consiguen eliminar el virus —es decir, el VIH aún no tiene cura—, pero sí consiguen detener su multiplicación en el organismo. En la actualidad, y una vez alcanzadas altas tasas de efectividad, el valor de los tratamientos se centra en desarrollar tratamientos sencillos y robustos, que se adapten a los distintos estilos de vida y necesidades de los pacientes, y que garanticen su calidad de vida a largo plazo. En este sentido, se han logrado importantes mejoras relacionadas tanto con su toma (en muchos casos, la posología es de una toma diaria) como con los efectos secundarios asociados.
Las terapias antirretrovirales son siempre individualizadas. Sólo los especialistas pueden prescribirlas y ajustarlas según tus necesidades. En cualquier caso, y tras ser informado por tu médico, tú tienes la capacidad para decidir cuándo inicias el tratamiento.
• Tratamientos personalizados. Lo que a una persona le puede ir muy bien, a otra en cambio le puede no funcionarle. Todo depende de las características, de la situación y de las necesidades de la persona en el momento de iniciar la toma. Al arrojar luz sobre los distintos indicadores de salud, tanto el médico como la persona que vive con VIH pueden corregir hábitos de vida de ésta y tomar las decisiones que más le convienen. No dejes de hablar con tu médico en todo momento si sientes tu tratamiento te causa problemas o no está teniendo los resultados que esperas.
• Tratamientos cada vez más sencillos y cómodos y eficaces. Los avances científicos facilitan la administración de tratamientos innovadores cada vez más cómodos para las personas con VIH y, en definitiva, su adherencia. Cada vez hay que tomar menos pastillas y hay disponibles, por ejemplo, tratamientos en forma de una pastilla diaria. Eso es posible porque la medicación es hoy más eficaz. Y porque existen tratamientos distintos que se adaptan a los distintos estilos de vida de los pacientes. Dado que el VIH es un virus que muta con rapidez, uno de los retos es disponer de fármacos con alta barrera genética que dificulten la aparición de resistencias.
• ¿Tienen los tratamientos efectos secundarios? La medicación antirretroviral puede presentar efectos secundarios en algunas personas. No en todas ni en todas lo mismo. Algunos efectos secundarios comunes son náuseas y vómitos, mareos, fatiga, diarrea, sequedad en la boca, sarpullidos, dolor de cabeza o dificultades para conciliar el sueño. Habla con tu médico en estos casos: puede cambiar tu tratamiento o recetarte algunos fármacos que te ayuden a manejar mejor esos efectos secundarios.
La adherencia es esencial para garantizar la eficacia de los tratamientos. Se trata de tomar la medicación que ha sido prescrita respetando el número de dosis, las fechas, los horarios, la cantidad de pastillas o su correcta conservación. Y también acompañar o no la toma con otros alimentos, si así lo indica el médico. Es muy importante seguir el régimen de comidas que el médico recomienda.
Así pues, hay que incorporar la medicación a la rutina del día a día con la mayor naturalidad posible. Para ello, son clave una buena y completa información sobre el tratamiento y mantener una relación fluida y de confianza con tu médico, de manera que éste conozca tus hábitos y pueda planificar lo que más te conviene.
Conseguir una buena adherencia no es sencillo, sobre todo en determinados colectivos más vulnerables. El tratamiento exige esfuerzo y constancia, y no todas las personas están en la misma situación. Por eso, es esencial contar con medicamentos que se adapten a todas las personas y circunstancias, tratamientos que permitan flexibilidad en la toma y eviten que el virus se vuelva resistente incluso en situaciones donde la adherencia no sea completa.
• Cómo saber si no estás tomando la medicación correctamente. Si olvidas la toma, si reduces las dosis (por ejemplo, tomando la mitad de una pastilla), si no respetas la frecuencia y los intervalos indicados, si abandonas algunos de los fármacos, si no los conservas en buenas condiciones (humedad, calor…), si no sigues las indicaciones sobre ayuno o ingestión de alimentos junto a la medicación, si te surge un plan y no llevas contigo la medicación… Todos estos son indicadores de una incorrecta adherencia. Vigílalos y consulta con tu médico si tienes dudas.
• Qué pasa si tu adherencia es débil. El olvido de dosis y/o la interrupción y reanudación del tratamiento pueden provocar resistencia a los medicamentos, lo que a su vez permitiría que el VIH se multiplicara y diera lugar a la enfermedad. Recuerda que el VIH es un virus que muta deprisa. Si acumulas mutaciones de resistencia, tienes menos posibilidades de encontrar un tratamiento adecuado a tu situación. Es decir, si no tomas la medicación en el nivel, frecuencia y condiciones prescritas, estás dando lugar a que tu carga viral aumente, la enfermedad progrese y puedas transmitir el virus a otros.
• Factores que contribuyen a una incorrecta adherencia. Una mala adherencia significa que, por diferentes razones, no sigues el tratamiento que te ha indicado tu médico. Puede deberse a olvidos, a imprevistos de tu día a día, a horarios muy cargados, a viajes, al miedo a que otros puedan verte o a la complejidad y a los efectos secundarios que quizá el tratamiento te causa. También hay factores relacionados con la propia enfermedad: las patologías que no presentan síntomas concretos suelen arrojar peores índices de adherencia. O con la relación que se establece entre médico y paciente: a mayor satisfacción, mayor adherencia. O con las características del paciente: su personalidad, factores sociodemográficos o psicosociales.
• La durabilidad, clave para combatir la falta de adherencia. No todos los tratamientos son iguales. Algunos duran más que otros en la sangre. A pesar de que dejes de tomar la medicación por la razón que sea, un tratamiento robusto puede conseguir que los efectos de esa medicación perduren durante un tiempo y sigas estando protegido. Gracias a la investigación científica, los tratamientos actuales son cada vez más robustos, tienen menos efectos secundarios y presentan menos interacciones con otras medicaciones.
• Cómo mejorar la adherencia. Identificados los factores de riesgo, es esencial proporcionar a los pacientes información correcta y completa, de manera que con ella resuelvan sus dudas y se generen expectativas proporcionadas. Las expectativas son muy importantes a la hora de conseguir adherencia al tratamiento. Además, es también clave facilitar soluciones concretas a las personas que viven con VIH en todo lo que se refiere a su medicación: qué pasa si se olvida tomar una dosis, qué pasa si se acaba la medicación, qué hacer si hay efectos secundarios severos… En muchos pacientes factores como el estigma, la escasez de recursos o las comorbilidades psiquiátricas requieren de apoyo especializado para garantizar una mejor adherencia al tratamiento. Asimismo, puede ser determinante algún tipo de apoyo psicosocial a los pacientes a través de sus familias, amigos , ONGs o grupos de autoayuda.
Referencias y Bibliografía